jueves, 13 de noviembre de 2008

La lucha de clases en Argentina 1967-1976











La huelga general de carácter insurreccional ocurrida en mayo de 1969 conocida como Cordobazo (y su posterior extensión a otras ciudades) significó la apertura de un periodo histórico signado por la irrupción de la política obrera en la calles mediante su intervención directa en la política. En este sentido se puede sostener que implicó la apertura de un proceso revolucionario entendido este como una “etapa de la vida social en la cual se ha quebrado la hegemonía burguesa” en la cual la misma burguesía no encuentra forma de recomponer la misma[1].
Durante el periodo que va de mayo de 1969 a marzo de 1976 el proceso de lucha de clases llegó a un nivel de agudización elevado poniendo en entredicho el proyecto económico y político llevado adelante por la gran burguesía, en este sentido el aumento de la conflictividad social debe ser entendido como el resultado de un proceso de 10 ó 15 años de reestructuración de los sectores industriales de punta implementado por los capitales más concentrado de la economía argentina[2]. Frente a este avance de la clase obrera la gran burguesía se vio obligada a ceder la iniciativa política a la alianza reformista, integrada por los sectores más débiles de la burguesía nacional y una fracción mayoritaria de la clase obrera, encarnada políticamente en el peronismo. Paralelamente dentro de la clase obrera se desarrolló una fracción de tendencia revolucionaria que con todas sus limitaciones, objetivas y subjetivas, adquirió gran importancia sobre todo en el periodo comprendido entre 1969 y 1973. En este sentido se puede sostener que de 1969 a 1973 la argentina experimento un proceso revolucionario, debido a la situación abierta a causa de la crisis interna de la burguesía que se expresa en una crisis de su sistema de dominación, sin embargo la disputa directa del poder político por la tendencia revolucionaria se vio bloqueada por limitaciones propias de las fuerzas revolucionarias así como por las condiciones concretas en las cuales las mismas operaron.
Para comprender las características y la dinámica del conflicto intraburgues el análisis propuesto por O’Donell[3] es útil al explicar las contradicciones entre los intereses de las distintas fracciones de la burguesía. Según el mismo las características del modo de acumulación de capital argentino llevan a una superposición entre bienes exportables – alimentos – bienes salario la cual implicó una alianza entre buena parte de las fracciones débiles de la burguesía urbana y el sector popular, alrededor de la defensa del mercado interno contra los efectos recesivos del alza de precios de los productos exportables; a causa de una reducción de la demanda efectiva, la movilización del sector popular en defensa del nivel de ingresos y consumo internos que realimento su capacidad de organización, un corte horizontal en la burguesía urbana entre la fracción oligopólica y las más débiles y un clivaje interburgues resultado de diferentes intereses económicos de corto plazo entre burguesía urbana y pampeana. De esta manera la alianza entre la gran burguesía urbana y la burguesía pampeana, cuyo objeto seria “modernizar” el capitalismo argentino, se vio bloqueada por el surgimiento de una alianza reformista, integrada por fracciones débiles de la burguesía y la clase obrera, de carácter defensivo frente a la ofensiva de la gran burguesía, que postuló una vía “nacionalista” y “socialmente justa”, pasando por alto la condición ya profundamente oligopolica e internacionalizada del capitalismo del cual eran el componente más débil, de esta manera según el autor su triunfo se agotaba en sí mismo al no generar un sistema alternativo de acumulación y preparar el camino para una nueva crisis económica vía crisis de balanza de pagos y comercial e inflación.
Sin embargo el análisis no es suficiente para explicar el proceso que va de 1969-1976 ya que no explica el surgimiento de la tendencia revolucionaria dentro de la clase obrera en el periodo como alternativa a la alianza reformista. Trataremos de analizar el surgimiento de esta tendencia y las falencias que implicaron el fracaso en la consecución de sus objetivos. En primer lugar se debe tener en cuenta que la tendencia revolucionaria se desarrollo, a pesar de su importancia relativa, en una fracción minoritaria y débil de la clase obrera careciendo de fuerza suficiente para hegemonizar al conjunto de la clase, sin embargo su existencia es prueba de la naturaleza revolucionaria del periodo[4]. Por otra parte la misma se encontraba extremadamente dividida en términos políticos lo cual se reflejó en una variedad de estrategias, dispersión que explica en gran parte la derrota de las fuerzas revolucionarias y plantea una falencia fundamental del mismo: la incapacidad de implementar una unidad de acción mediante la formación de un partido revolucionario. En relación con esto es fundamental analizar la acción llevada adelante por la pequeña burguesía frente al estado de desarrollo de la lucha de clases, dado que en la formación de un partido revolucionario su intervención tiene un peso central[5]. La misma experimentó un proceso de radicalización desde fines de la década de 1950 que coincidió con el reflujo de las acciones de la clase obrera adoptando estrategias guerrilleras, basadas en los ejemplos de las revoluciones cubana y china, que la alejan de la clase obrera y retardan y/o bloquean la conformación de un partido revolucionario[6]. Este aspecto es fundamental ya que implicó una falta de conciencia plena acerca del momento de la lucha de clases sobre el cual se estaba operando; en este sentido se puede sostener que se aplicó una estrategia militar antes de realizar las tareas políticas necesarias para crear una situación revolucionaria o dicho de otra manera “el desarrollar las organizaciones guerrilleras antes que naciera el partido de la clase fue un grave error estratégico, comparable a poner el carro antes del caballo. La revolución no es un problema militar, es un problema político con consecuencias militares”[7].
Dentro de los grupos guerrilleros el PRT-ERP fue el único que adquirió un rol dirigente en una parte importante de la fracción obrera revolucionaria que llevo adelante una política independiente de clase, sin embargo su error fue estratégico al supeditar la acción política de la acción militar[8]. En su trabajo acerca del mismo Pozo sostiene en cambio que “la guerrilla en argentina fue un producto del proceso histórico argentino y surgió estrechamente ligada al proceso social (…) y se desarrollo en contacto con los trabajadores y los sectores más pobres de la sociedad argentina” [9], agregando que fue el PRT-ERP la única organización que diferencio entre guerrilla y organización política planteando la combinación de múltiples formas de lucha para la toma del poder, entre las cuales la armada era la fundamental. Sin embargo recalca como debilidades de la organización que en lo concreto lo militar tendió a autonomizarse y por lo tanto llego a ser contradictorio con la acción política y “la política pocas veces guió al fusil” y una marcada tendencia “anti intelectual” que eliminaba toda posibilidad de críticas o replanteamientos políticos. La acción llevada adelante por el PRT- ERP en diciembre de 1975 el ataque al Batallón de Arsenales "Domingo Viejobueno", próximo a la localidad bonaerense de Monte Chingolo, puso de manifiesto la limitaciones de la estrategia guerrillera en relación con estado de desarrollo de la lucha de clases imperante en ese momento histórico, y plantea la cuestión: ¿hasta qué punto una organización de civiles armados puede enfrentar a un estado y un ejército no quebrado políticamente?[10] En términos estrictamente militares la acción -la mayor llevada a cabo por una organización guerrillera- se encontraba condenada al fracaso[11], pero además resulta difícil explicar la lógica política de la acción.
En otro orden de cosas el rol que cumple la figura política de Perón –sujeto político en el cual se expresa la alianza reformista- es fundamental para comprender la dinámica del periodo. En primer lugar se debe destacar que la clase obrera argentina llega al proceso que se abre en 1969 marcada por una influencia muy profunda de la políticas reformistas llevadas adelante por el peronismo que hasta ese momento se habían manifestado eficaces[12], esto resulto en una posición marginal de la posiciones de izquierda dentro de la misma. Por otra parte la táctica política que llevó adelante Perón desde el exilio, impulsando las acciones de las organizaciones armadas, principalmente de la izquierda peronista tuvo un doble efecto, por un lado minar la estabilidad del régimen político militar a tal punto de que a la gran burguesía no le quedó otra alternativa que apelar a una apertura democrática levantando la proscripción del peronismo, recurriendo a la figura de Perón como único referente político que podía poner freno al conflicto social renovando las ilusiones en el reformismo, y por otra parte propiciar el “entrismo” de sectores de la izquierda en el peronismo. Una vez instalado en el poder Perón se propone desarticular el ala izquierda del movimiento, situación que se pone de manifiesto en durante la misma llegada del general al país en la masacre de Ezeiza. Esto nos pone frente a una cuestión central para comprender el resultado del proceso iniciado en 1969 que se relaciona con el nivel de conciencia acerca del mismo que tienen los diferentes bandos enfrentados. En este sentido se puede sostener que si la gran burguesía comprendió a tiempo que ha llegado el momento de dar un paso al costado para no tensar mas la conflictividad social, reagrupar fuerzas y accionar en pos del fracaso económico del proyecto reformista y la alianza reformista intenta agudizar esa misma tensión en beneficio propio, apostando al fracaso político de la gran burguesía, la fracción obrera de tendencia revolucionaria, en términos generales, no tiene plena conciencia de la dirección que está tomando el proceso. Inclusive luego de los acontecimientos de Ezeiza se elabora la teoría del cerco que intenta explicar la estrategia política de Perón a partir de la influencia de entorno. Sin embargo la posición de Perón fue muy clara al apoyar al ala derecha del peronismo y favorecer las acciones represivas contra la izquierda de fuerzas paraestatales. Finalmente en el momento en que el proyecto de la alianza reformista fracasa, ya luego de la muerte de Perón, las fuerzas de la reacción se encontraban reagrupadas como para lanzar una nueva ofensiva y, a pesar del intento de resistencia de una clase obrera ya en posición defensiva, y capacitadas para implementar u proyecto mediante una dictadura militar, posible debido a la derrota de las fuerzas revolucionarias, sostenida por una política represiva de carácter genocida.
[1] Sartelli, Eduardo: La Plaza es nuestra, Ediciones ryr, 2007
[2] Sartelli, Eduardo: Op. Cit.
[3] O´ Donnell, G.: “Estado y alianzas en la Argentina, 1956-1976” en Desarrollo Económico, Nº 64, Vol. 16, enero-marzo, 1977.

[4] Sartelli, Eduardo: Op. Cit.
[5] Sartelli, Eduardo: Op. Cit.
[6] A modo de ejemplo es interesante la descripción del tipo de acción llevado adelante por las FAL analizado en Grenat, Stella: Una espada sin cabeza. Las FAL y la construcción del partido revolucionario en los ’70, Ediciones ryr, Bs. As., 2008,
[7] Sartelli, Eduardo: Op. Cit.
[8] Sartelli, Eduardo: Op. Cit.
[9] Pozzi, Pablo: Por las sendas argentinas… El PRT-ERP. La guerrilla marxista, Eudeba, Bs. As., 2001. p. 9-42 y 129-165.
[10] Grenat, Stella: “El arrebato. Reseña crítica de: Monte Chingolo: la mayor batalla de la guerrilla argentina, de Gustavo Plis Sterenberg, Editorial Planeta, Bs. As. 2003”, en Razón y Revolución, N° 17, Bs. As., Segundo Semestre de 2007. p. 129-135.
[11] Además de estar “cantada”, la correlación de fuerzas era extremadamente despareja: 81 guerrilleros con armamento defectuoso frente a una movilización de las fuerzas represivas de más de 5000 efectivos
[12] Sartelli, Eduardo: Op. Cit.

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