viernes, 25 de julio de 2008

La revolucion boliviana de 1952, clase obrera y populismo













1. Introducción

El objetivo del presente trabajo es analizar la participación del proletariado minero en la revolución boliviana de 1952 y las relaciones que estableció con otros sectores sociales. La cuestión conduce a plantearse diferentes cuestiones relacionadas con las características del proceso histórico de conformación de la clase obrera boliviana como actor social, su relación con otros sectores sociales y con el Estado, y el nivel de autonomía de su accionar político. En este sentido el papel jugado por el Movimiento Nacional Revolucionario, expresión política de los sectores medios e intelectuales urbanos que impulsaban una reforma opuesta a los intereses de la oligarquía minera, es central para comprender el rumbo que tomó la dinámica revolucionaria, y las características de la participación en la misma de los sectores populares, en especial del sector proletario minero.

1.1 Marco teórico

En primer lugar se trabajara en base al concepto de “situación revolucionaria”, entendido como una “crisis a corto plazo en un sistema con tensiones internas a largo plazo, que ofrece posibilidades de un estallido revolucionario”[1]. El cual se caracteriza por la existencia de una crisis política en el interior de la clase dominante que genera fisuras en la misma, la agudización del descontento entre las clases dominadas y el incremento de la actividad política de las masas[2]. El punto central de esta caracterización reside en el carácter de la interacción entre la crisis política al interior de la clase dominante y el accionar de los sectores subalternos, y en el tipo de relación establecido entre los sectores disidentes de la clase dominante y los sectores populares. En el caso de la dinámica revolucionaria iniciada en Bolivia en abril de 1952 esto se materializa en las relaciones establecidas entre el proletariado minero organizado sindicalmente, el cual cumple un papel decisivo en el triunfo de la revolución, y la fracción de la clase dominante organizada políticamente en el MNR.
Por otra parte en lo referido al concepto de Clase Social, sin introducirnos en debates que superarían los límites y objetivos de este trabajo, se entiende el mismo no como la expresión exclusiva y mecánica de determinadas Relaciones Sociales de Producción, sino como el resultado de procesos históricos y sociales en los cuales las clases se desarrollan y adquieren una identidad cultural y política, además de la situación objetiva que ocupan en la estructura socio-económica.
Finalmente, se trabajara con el concepto de populismo para intentar comprender las relaciones establecidas entre los sectores populares, el estado y el MNR, entendiendo a éste último como una estructura política tendiente a construir un frente policlasista como base de realización de una serie de transformaciones en el régimen político y la estructura socio-económica boliviana. En relación a este concepto teórico existen numerosas controversias, tanto las interpretaciones funcionalistas como las histórico estructurales comparten aspectos de la caracterización del populismo, ambos lo piensan desde un patrón normativo de desarrollo del cual América Latina se habría desviado. Si para los primeros el estilo político del populismo es tributario de las estructuras y tradiciones políticas latinoamericanas, para el segundo grupo el origen debe ser buscado en los modelos agro exportadores que retrasaron la industrialización y la emergencia de bloque social hegemónico. Por otra parte ambos comparten una perspectiva negativa del fenómeno populista caracterizándolo a partir de una dirigencia personalista, autoritaria y burocrática y, por otra parte, de la existencia de masas populares disponibles sin conciencia de clase ni autonomía sobre las cuales éste crea su base política a partir de la cooptación y las prebendas[3]. Existen también explicaciones coyunturalistas que otorgan prioridad a las condiciones subjetivas del movimiento social, la constitución de los sujetos y los sentidos que tienen para los sujetos las experiencias vividas, subrayando la necesidad de entender los movimientos populistas desde la óptica de los actores involucrados en un marco en el cual estos construyen sus propias alternativas. Otras explicaciones en cambio centran su análisis en el aspecto discursivo del populismo para intentar explicar su naturaleza[4]. En el presente trabajo se tomará la caracterización de populismo que propone una “Unidad analítica mínima”[5] que considere para comprender el fenómeno, primero la existencia de una crisis en el modelo de acumulación y en el sistema de dominación, segundo la existencia de una experiencia previa como sustento de la participación popular y, por último, el carácter ambiguo de la movilización popular - que a pesar de ser impulsado con el objetivo de conservar el orden social - termina rebasando a sus líderes introduciendo un nuevo foco de conflictividad social.


1.2 Estado de la cuestión

Acerca de la revolución nacional boliviana, y más exactamente de la participación del movimiento obrero sindicalizado en la misma, existen diferentes visiones. Los límites de la autonomía de la acción sindical - o si existió tal autonomía - con respecto al partido de gobierno, el carácter de la relación que mantuvieron el MNR y la COB durante el periodo que duró el llamado “cogobierno”, la relación de las bases obreras con la dirigencia sindical, el nivel de desarrollo de la conciencia de clase de las mismas y los factores que influyeron en la fractura del “frente revolucionario” formado entre la COB y el MNR, son algunas de las cuestiones que se transforman en objeto de controversia al analizar el tema. Sin pretender elaborar un panorama exhaustivo de las diferentes posiciones historiográficas se intentará en este apartado de dar cuenta de las principales líneas argumentativas acerca de tales cuestiones
En la visión de R. Alexander, el MNR tomó la iniciativa de formar una central sindical organizada ya que el gobierno dependía del apoyo del movimiento obrero. Esto resultó en una “sociedad”[6] entre el MNR y la COB que tomó la forma del cogobierno, con participación de ministros obreros en el gobierno nacional. El autor destaca la situación de dependencia del gobierno del MNR para con el movimiento obrero y la capacidad de los lideres sindicales para sacar provecho de esta dependencia. Sin embargo destaca también la “madurez sorprendente”[7], para un movimiento obrero tan joven como el de Bolivia, que permitió que se mantuviera leal al gobierno no atendiendo a “promesas demagógicas”[8] y asumiendo la responsabilidad que imponía el poder que ellos compartían. Por su parte R. Jordán Pando sostiene que la revolución de 1952 fue un fenómeno histórico “creado por la lucha del MNR con la conducción del MNR”[9], y que, por otra parte, en la formación de un frente revolucionario entre la COB y el MNR, no se puede hablar de un dominio de la primera; sino que el MNR era en ese momento políticamente hegemónico y que, por lo tanto, debe hablarse no de participación de la COB sino de integración entre la COB y el MNR. Contrariamente G. Lora[10] en su planteo sostiene que a partir de la creación de la COB y de la práctica del cogobierno se produjo una dualidad de poder en la cual a través del accionar del POR en la COB, el trotskismo se convierte en el eje fundamental del proceso revolucionario. Es precisamente en esta participación trotskista en la delineación de las políticas de la clase obrera en donde R. Debray radica la causa del fracaso de la misma en conseguir sus objetivos de clase. La práctica del “sistema de autodefensa”, según el autor, llevó a tomar una posición pasiva con respecto a la toma del poder. La no formación de destacamentos armados orgánicos (diferenciados de la población civil) y la negación del papel de una vanguardia revolucionaria dirigente deriva, en su análisis, en un espontaneismo armado que “no aspira al poder político para los explotados”[11] y “no obliga a la democracia o al régimen oligárquico a revelar a la luz del día su contenido de clase (...), entra en el juego y hace el juego a la clase dominante, favoreciendo los equívocos en el seno de las clases dominadas, disfrazando de victorias las soluciones de compromiso”[12] Por su parte A. Pla también hace también hincapié en el accionar del POR en las bases mineras, del cual resultaría la adopción de la tesis de Pulcayo (en la cual se define una línea de acción para el proletariado minero con el objetivo de realizar una revolución socialista de un contenido netamente clasista) y la participación en la insurrección de abril de 1952. Es “sobre estos muertos que el movimiento obrero exige sus derechos”[13] y en base a las milicias obreras, que son ya una realidad, argumenta el autor. A partir de estos hechos es que se produjo, según Pla, el cogobierno en el cual la base de la acción política movimientista será la reorganización del ejército regular. Y es en ese marco también donde salen a la luz las contradicciones entre la revolución burguesa del MNR y la revolución social de las bases sindicales, la cual no pudo ser llevada a cabo debido a la ausencia de una dirección obrera que busque resolver las contradicciones a su favor. En su trabajo “La revolución permanente” F. Mires, en cambio, sostiene que sería un error creer que la tesis de pulcayo era representativa del grado de conciencia alcanzado por la clase obrera. En realidad, sostiene el autor, ésta solo representaba el grado de ideologización de “una fracción muy activa de la inteligencia revolucionaria”[14] y destaca que el MNR por su carácter no clasista fue la instancia política principal de la revolución. Por otro lado, siguiendo el análisis de Mires, el cogobierno estaría determinado por el hecho de que frente al desmoronamiento del ejercito el único sector orgánico en pie en el país era el sindical. En cambio Klein sostiene que la realidad del derrumbe del estado y el armamento de las masas populares “significó que el producto final sería una revolución social masiva”[15] y se refiere al MNR como los “revolucionarios a regañadientes”[16] que se vieron obligados a practicar una reorganización total de la sociedad boliviana. J. Dunkerley[17] por su parte destaca también el carácter no revolucionario del MNR y la independencia y el radicalismo de las bases de la COB frecuentemente puesto en peligro por el accionar de sus dirigentes. Estos diferentes planteos en general tienen el defecto de escribir historias interpretativas y de estructura narrativa de teleología ex post, cambiando el telos del proceso histórico según la matriz ideológica que determina el encuadre historiográfico[18]. En este sentido el análisis de Zabaleta que dentro de la tradición Marxista boliviana concibe la acción política muy ligada a los procesos de desarrollo de las clases sociales como sujetos políticos con vida propia y no solo como determinaciones estructurales.
En relación con lo anterior, Cajias de la Vega en su artículo plantea un interesante análisis de cómo la identidad minera se fue construyendo en un largo proceso histórico, en el cual su lugar central en la economía nacional y las características de su accionar les permitió asumirse como grupo portador de un proyecto transformador. Destaca cuatro aspectos o características que determinaron el proceso: primero, las condiciones de producción en los campamentos mineros y las influencias externas, segundo, la conformación de la FSTMB como factor cohesionador y la adopción de tesis revolucionarias, tercero, la capacidad que adquiere el movimiento en 1952 de intervenir en la política nacional, y, por ultimo, la implementación de la política de estabilización monetaria que derivó en un enfrentamiento con el gobierno del MNR. Destaca por otra parte la importancia del periodo del “socialismo militar” en la formación de una percepción positiva del estado, la conformación de una imagen de “estado protector”[19]. En una línea similar se encuentra el trabajo de García Linera en el cual se sostiene que el sindicato fue una de las formas más importantes de organización como estructura y memoria de resistencia desde principios del siglo XX, otorgándole al sector minero una acumulación de experiencias movimientistas en su memoria colectiva, destacando, además, que el sindicalismo emerge como una creación autónoma, pero también como producto de iniciativas estatales – se refiere al periodo del llamado “socialismo militar”, a la creación de la CSTB en 1939 y de la FSTMB en 1944 – lo cual le otorga al mismo una doble naturaleza contradictoria que refiere, por un lado a la autonomía de los sectores obreros, y por otro a la capacidad de cooptación de las políticas estatales.[20]
Por último el trabajo de J. Lazarte intenta explicar la dinámica de la COB (Central Obrera Boliviana) en la política nacional prescindiendo de matrices ideológicas previas, estudiando la forma como el movimiento sindical y su estructura de organización existieron, es decir la particularidad de su formación y acción, entendiendo “los procesos sociales como la resultante de actores múltiples. Cuyas estrategias y formas de acción, en relación reciproca y dinámica, producen consecuencias no previstas”[21].

1.3 Objetivos del trabajo

Se tratara de determinar, sobre la base de la bibliografía y las fuentes analizadas, qué factores históricos del propio desarrollo del movimiento obrero boliviano y que factores coyunturales particulares de la dinámica revolucionaria deberían ser tenidos en cuenta para comprender el accionar político del mismo. Es decir analizar al movimiento obrero boliviano, sus acciones políticas (así como las formas institucionales que adquirieron) como producto de un desarrollo histórico particular, y, además, su interacción con la dinámica revolucionaria y el sector de la dirigencia política burguesa articulado políticamente en el Movimiento Nacional Revolucionario.

2. Desarrollo

2.1 Contexto histórico de formación de la clase obrera boliviana










Producto del auge de la explotación minera del estaño, y la conformación de grandes empresas dedicadas a esta actividad, la fuerza laboral minera se fue concentrando en campamentos en los cuales los trabajadores mantenían sus lazos de sociabilidad en una forma relativamente aislada del resto de la sociedad. Esta situación de aislamiento permitió el reconocimiento de un nosotros[22] y el desarrollo de formas primarias de organización y solidaridad. En este contexto se dio la influencia de grupos anarquistas e izquierdistas mediante la actividad propagandística. La agudización de la conflictividad social en los periodos de pre y posguerra, llevó a respuestas represivas por parte del Estado controlado por los grandes empresarios mineros.
No obstante la relación del movimiento obrero con el estado no fue en todo momento de abierta oposición. La experiencia del “socialismo militar” entre 1936 y 1939, y la del gobierno de G.Villarroel, entre 1943 y1946, significaron momentos que posibilitaron el desarrollo de una percepción positiva del estado por parte de la clase obrera[23]
Las políticas populistas de los gobiernos liderados por sectores nacionalistas del ejercito iniciada en 1936 mediante las cuales se intentó integrar a los sectores obreros al aparato estatal autodenominadas “socialismo militar”, marcan un giro en la relación entre el estado y la clase obrera. Se inicia de esta manera una “experiencia de gobierno que se autodenomina socialista, que posee una mentalidad paternalista y que trata de suplantar los partidos políticos con la organización sindical”[24]. La ley de sindicalización obligatoria, la creación del ministerio del trabajo, la asunción de un representante de la clase obrera urbana como “ministro obrero” y la aprobación del código laboral son factores que influyeron en el desarrollo de una percepción positiva del estado entre la clase obrera en este periodo, que será fundamental en las acciones futuras de los mineros[25]. Mas tarde en el periodo del gobierno de G. Villarroel, que había llegado al poder mediante una alianza entre los sectores nacionalistas del ejercito agrupados en la RADEPA (Razón de Patria) y el Movimiento Nacionalista Revolucionario, se impulsó desde el estado la convocatoria al primer congreso de trabajadores mineros con el objetivo de unificar sindicalmente al sector creando la FSTMB (Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia). Se acentúa de este modo la percepción de un estado protector en los momentos en que éste está manos del sector nacionalista que se opone a los grupos de poder relacionados con la explotación minera. A esto debe sumarse la potencial identificación que implica el reconocer como propia la lucha de la burguesía nacional contra los intereses de la oligarquía minera, debido a la práctica de políticas populistas tendientes a borrar las diferencias de clase.
De todas maneras el impulso a la organización sindical minera por parte del estado en estos dos periodos produjo una revitalizacion ideológica de las bases obreras y la unificación sindical significó también un proceso interno de acumulación de experiencia. En este sentido el derrocamiento del gobierno de Villarroel y el recrudecimiento de las políticas represivas contra los trabajadores mineros, ahora organizados en un sindicato unificado, condujeron a la radicalización de las posturas políticas de la FSMTB ganando espacio las posturas de izquierda que plantearon el principio de autodeterminación e independencia sindical con respecto a otros sectores sociales. La tesis de Pulcayo[26] es el indicador de la creciente influencia del POR (Partido Obrero Revolucionario) en este periodo y, además de ser un indicador de que a pesar de que la organización sindical es producto de políticas de estado de corte populista, el mismo proceso favoreció la actividad política en las bases; y es producto, además, de un momento de extrema radicalización de las mismas producto de la agudización de las políticas represivas del estado cuyo punto álgido es la masacre de Catavi.
En el documento se define al proletariado minero como portador de un proyecto transformador socialista, en base lo cual debía erigirse como vanguardia revolucionaria frente a las otras clases sociales. El proletariado boliviano, como el de todos los países atrasados, “está obligado a combinar la lucha por las tareas demo-burguesas con la lucha por las reivindicaciones socialistas”[27], y la fuerza del mismo radica en “su enorme peso especifico en la política (...) determinado por el lugar que ocupa en el proceso de producción[28] . No descarta la inclusión de los otros sectores de la sociedad oprimidos pero esta alianza debe tomar forma en la dictadura del proletariado. Siguiendo estos principios plantea una posición independiente con respecto al estado sosteniendo que “ no podemos solidarizarnos con ningún gobierno que no sea el nuestro propio (...) por que sabemos que el estado representa los intereses de la clase social dominante”[29] y agrega: “ Los ministros obreros no cambian la naturaleza de los gobiernos burgueses (...) la FSTMB nunca irá a formar parte de los gobiernos burgueses, pues eso significaría una franca traición a los explotados y olvidar que nuestra línea es la línea revolucionaria de la lucha de clases”.

En el periodo conocido como el Sexenio que va desde la caída del gobierno de G. Villarroel hasta el estallido revolucionario de abril de 1952, se produce un fenómeno de revitalizacion política, el MNR gana peso como partido que logra aglutinar la oposición a los gobiernos que representaban los intereses de la oligarquía minera, luego de unas elecciones anuladas (que el MNR había ganado) inicia un golpe de estado en alianza con sectores de las fuerzas de seguridad que hubiera fracasado de no ser por la intervención de los obreros mineros que definieron la contienda a favor de la insurrección. La derrota del ejército significó la desarticulación del aparato de dominación del estado. La participación obrera decisiva en lo que pretendía ser un golpe de estado, y la consecuente destrucción del ejercito, transformo este en una de revolución social. El movimiento obrero organizado sindicalmente y alzado en armas era entonces la única institución orgánica[30] en la cual los sectores nacionalistas burgueses podían apoyarse, situación que objetivamente le brindaba a la clase obrera un peso específico propio que iba mas allá del que le brindaba su papel determinante en el proceso de producción. Sin embargo, la clase obrera boliviana cedió la iniciativa al sector reformista representado políticamente por el MNR, incorporando a sus estructuras sindicales al estado burgués mediante la creación de la COB (central Obrera de Bolivia) y la implementación de la política de cogobierno.
Según se intenta argumentar en este trabajo esta limitación de la clase obrera boliviana en actuar de forma autónoma frente al estado en esta coyuntura trascendental de su historia se relaciona con el carácter del desarrollo histórico de la misma y con la puesta en práctica de políticas populistas que implicaron la construcción de una instancia de mediación burocrática entre los sectores obreros y el Estado. En este sentido la percepción positiva del estado lleva a que no se plantee como objetivo su abolición y su reemplazo por un estado proletario, y la identificación con los objetivos de clase de la burguesía nacional conduce a que no se perciban las contradicciones de estos objetivos con los del proletariado.

2.2 Acción política de la clase obrera en la dinámica revolucionaria

En este marco la idea de instalar un doble poder se fue diluyendo. Si bien debido a su peso político, acrecentado como consecuencia de la dinámica revolucionaria, hizo inevitable ciertas concesiones radicales que no estaban en los planes del MNR, el movimiento obrero no llega en ningún momento a definir las políticas de estado y, en última instancia estas concesiones fueron funcionales a la reestructuración del aparato de dominación estatal.
Por otra parte las acciones políticas tendientes a ocupar mayores espacios de poder dentro del estado (la creación de la COMIBOL, la introducción de ministros obreros en el gobierno) llevaron, por el contrario, a que la participación de la estructura sindical en el gobierno se transformara en vez de en un factor de presión para los sectores del MNR en una instancia de mediacion entre el estado y la clase obrera, que servia como mecanismo de de cooptación. Esto se relaciona a su vez con la forma de organización concreta que fue adquiriendo el movimiento obrero boliviano que históricamente fue unificado, y sus acciones canalizadas, por iniciativa del estado; lo que le restó, en la coyuntura revolucionaria, la capacidad de percibirce como un actor social totalmente autónomo, y además mermó su capacidad para transformarse en la clase dirigente del proceso revolucionario. La incorporación de los sindicatos al gobierno contradice abiertamente los postulados de la Tesis de Pulcayo al incorporar a la clase obrera como subordinada dentro de la estructura estatal burguesa, lo cual hace pensar que la misma no puede ser tomada como representativa del nivel de conciencia de clase de la clase obrera boliviana, sino como el indicador de un momento de en el que adquirieron mayor peso entre las bases los sectores políticos mas radicalizados de la misma. Pero, sin embargo, estos no lograron establecer una hegemonía, por el contrario el partido hegemónico a nivel nacional y sindical era el MNR.
Sin embargo la relativa autonomía ideológica que se había desarrollado en las bases obreras produjo también una serie de conflictos y tensiones que atravesaron la relación entre la COB y el MNR en la practica del cogobierno, además de conflictos al interior de la COB entre las bases obreras y la su dirigencia. En lo referido al primer aspecto las tensiones giraron en torno a la nacionalización de las minas y el carácter que esta debía adquirir, así como al control de la empresa estatal que dirigiría el proceso productivo en esta actividad. El conflicto entre las bases sindicales y la dirigencia de la COB es visible en los planteos, en los diferentes congresos sindicales realizados en el periodo, que impugnaban la participación de la dirigencia obrera en el gobierno y la independencia con que esta llevaba adelantes sus políticas con respecto a las bases. En este sentido debe tenerse en cuenta que la COB funciono en todo momento como una organización sindical de corte verticalista, con una estructura organizativa piramidal que recortaba la influencia de las bases en al toma de decisiones[31]. En este marco el estado burgués estuvo capacitado cada vez mas para enfrentar al poder de la clase obrera llegando al momento en que la correlación de fuerzas, reestructuración del ejercito regular mediante, le permitió atacar los intereses de clase de los obreros de manera abierta con la implementación de políticas económicas que iban en contra de estos a instancias de EE UU y el FMI. El punto de quiebre en la alianza COB-MNR se produce con la implementación del plan de estabilización económica que implico que las contradicciones entre los intereses de la burguesía nacional y de la clase obrera hagan insostenible la misma. Para ese momento el estado burgues ya había reorganizado el aparato de dominación lo que le permitió hacer abierto el enfrentamiento con el movimiento obrero.

3. Consideraciones finales

En primer término se puede observar que a pesar del peso político que le brindo su participación decisiva en la victoria de la insurrección revolucionaria iniciada en 1952, el movimiento obrero boliviano no generó acciones políticas absolutamente autónomas, cediendo la iniciativa política al sector de la burguesía reformista organizada políticamente en el MNR, e incorporándose al proyecto político de este sector mediante el llamado Cogobierno. En un principio este hecho implicó una mayor presión obrera que obligó a la dirigencia del MNR a llevar adelante acciones más radicales de las que tenia proyectadas, la forma en que se nacionalizaron las minas de estaño y la creación de la COMIBOL (Corporación Minera Boliviana) es un ejemplo de esto. La capacidad de presión del proletariado minero en este momento se debió a que luego de la destrucción del ejercito, resultado precisamente de la intervención obrera en la insurrección de abril, quedó desarticulado el sistema de dominación del Estado, siendo los trabajadores mineros la única fuerza militar organizada en la cual podía apoyarse el proyecto de reforma del MNR. En estas circunstancias las políticas del MNR tendieron a dos objetivos primordiales: la recomposición del aparato de dominación del Estado y la incorporación e institucionalización en torno al Estado del proletariado minero.
Ambos objetivos estaban conectados, y es en este punto cuando cobran peso las prácticas populistas que permiten ir regenerando la estructura estatal que se había derrumbado en abril de 1952. La creación de la COB, con su estructura piramidal de funcionamiento que restaba peso político a las bases obreras, en primer término le permitió al gobierno canalizar institucionalmente la presión obrera y, al mismo tiempo, mediante practicas prebendísticas y cooptativas, diluir la capacidad de autonomía política de este sector. Función similar cumplió la COMIBOL mediante su estructura burocrática de “control obrero” y la puesta en práctica del Cogobierno con la incorporación de ministros obreros. En este sentido se debe tener en cuenta que las políticas populistas no actúan sobre el vacio, es decir sobre una masa obrera sin una memoria colectiva producto de experiencia de organización y sindicalización anteriores, lo relevante en este punto es precisamente el carácter ambiguo de esta experiencia,[32] lo cual lleva a pensar que la incorporación del sector obrero al proyecto de la burguesía no se puede adjudicar exclusivamente a políticas cooptativas, sino que el MNR debía gozar de una relativa hegemonía política en el sector.
Esto se debe relacionar entre otros factores, según se intenta argumentar, con las características del desarrollo histórico de la clase obrera boliviana, de sus organizaciones sindicales y de su relación con el estado. En este sentido las diferentes experiencias con gobiernos de corte paternalista no favorecieron la conformación de una identidad de clase totalmente autónoma, por el contrario sentaron el precedente de que el Estado era una instancia válida donde el conflicto social podía ser institucionalizado y en cierta forma resuelto. Por otra parte la coincidencia de ciertos objetivos del proletariado con los de la burguesía posibilitó la identificación de los sectores subordinados con los objetivos burgueses, y el carácter populista y policlasista de la retorica del MNR favoreció este hecho. Esto a la vez generó que el partido que representaba los intereses de la clase burguesa ganara hegemonía en diversos sectores de la sociedad entre ellos los sindicatos.
La dinámica revolucionaria llevo a hacer evidente las contradicciones entre los intereses de las clases que conformaban el cogobierno. En este sentido la aplicación de políticas económicas antiobreras por parte del estado se producen en el momento en que este ha logrado restablecer su aparato de dominación lo que le permite confrontar más abiertamente al movimiento obrero.
La actitud de la clase obrera boliviana debe ser comprendida en el marco de un desarrollo histórico que le brindo determinadas características que limitaron, en la coyuntura revolucionaria de 1952, el desarrollo de un accionar político totalmente autónomo. De tal manera, la victoria del movimiento obrero frente al ejército y la conformación milicias populares como único organo de poder en el cual se apoyaría el estado no resulto en la conformación de un estado popular. El control del estado recayó en la burguesía nacional que, de todas maneras, debe hacer más concesiones al movimiento obrero que las que tenía pensadas, debido al peso político que este había adquirido. Esto es así hasta que la burguesía logra reorganizar el aparato de dominación del estado, momento en el cual las contradicciones entre los intereses de las clases hacen insostenible mantener el cogobierno, pero esta claro que en este momento ya no resultaba imprescindible para la burguesía


[1] Hobsbawm, E. “ La revolución”, en Roy Porter (ed.), La revolución en la historia, Critica, Barcelona, 1990
[2] Lenin citado por Hobsbawm en Op. Cit.
[3] Mackinnon, M. Petrone, M. “Los complejos de cenicienta” en Mackinnon, M. Petrone, M. (Comp.) Populismo y Neopopulismo en América Latina. El problema de la cenicienta. Buenos Aires, Eudeba, 1999, pp. 11 a 55.
[4] Ver Marchant, O. En el nombre del pueblo. La razón populista y el sujeto de lo político. En publicación: Cuadernos del Cendes, año 23, no. 62. CENDES, Centro de Estudios del Desarrollo, Caracas: Venezuela. mayo-agosto. 2006
[5] Mackinnon, M. Petrone, M. “Los complejos de cenicienta” en Mackinnon, M. Petrone, M. (Comp.) Populismo y Neopopulismo en América Latina. El problema de la cenicienta. Buenos Aires, Eudeba, 1999, pp. 11 a 55.
[6] Alexander, Robert Bolivian National Revolution. Rutgers University Press. New Jersey. 1958
[7] Alexander, R. Op. Cit.
[8] Alexander, Robert Op. Cit
[9] Jordán Pando, R. De Bolívar a la Revolución Boliviana. Editorial Legasa, Buenos Aires, 1984
[10] Lora, Guillermo. El Marxismo en Bolivia. Sin Datos, 1985
[11] Debray, R. “Revolución en la revolución” (Casa de las Américas, La Habana, enero de 1967) reproducido en Lucha armada en la Argentina, Año 1, Nro. 1, Buenos Aires, 2004
[12] Debray R. Op. Cit.
[13] Pla, Alberto. América Latina Siglo XX, Economía, Sociedad, Revolución, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1980
[14] Mires, Fernando. La revolución permanente. Siglo XXI, México, 1998
[15] Klein, Herbert. La Revolución Nacional, 1952-1964, en Waldo Ansaldi y Patricia Funes, Teorías de las revoluciones y revoluciones latinoamericanas. UDISHAL, Serie de libros digitales, Bs As, 2001
[16] Klein, Herbert. Op.Cit.
[17] Dunkerley, J. Rebelión en las venas. La lucha política en Bolivia (1952-1982) Plural editores, La Paz, 2003
[18] Tapia Mealla, L. VI. Historias e interpretaciones del 52. En publicación: "La Producción del conocimiento Local". 2003.

[19]Cajias de la Vega, M... Los mineros en la revolución nacional. En Waldo Ansaldi y Patricia Funes, Teorías de las revoluciones y revoluciones latinoamericanas. UDISHAL, Serie de libros digitales, Bs As, 2001
[20] García Linera, O. (Coord.) Sociología de los movimientos sociales en Bolivia. Estructuras de movilización repertorios culturales y acción política, La Paz, Diakonia, 2004, pp. 29 a 56
[21] Lazarte, Jorge. Historia de la COB, 1952-1987. Edibol, La Paz, 1988
[22] Cajias de la vega, M Op. Cit.
[23] Cajias de la vega, M Op. Cit.
[24] Pla, A. Op. Cit.
[25] Cajias de la vega, M. Op. Cit.
[26] Tesis central de la Federación de Trabajadores Mineros de Bolivia, aprobada sobre la base del proyecto presentado por la delegación de Llallagua en 1946
[27] Ver nota 26
[28] Ver nota 26
[29] Ver nota 26
[30] Pla, A. Op. Cit.
[31] Ver Lazarte, J. Op. Cit.
[32] Nos referimos a esa “doble naturaleza contradictoria” de la cual habla Garcia Linera (Ver nota 20)